jueves, 15 de febrero de 2018

Puedo jurar.

Con vehemencia, puedo jurar que sólo dos veces en mi vida he llorado por un hombre. Y hoy, precisamente, ocurrió la tercera. La primera fue con mi primer y gran amor, mi único chico en esa entonces. La relación más tóxica y tormentosa que se puedan imaginar, pero yo era... no sé. No podría decir que feliz, porque, aunque lo busco, yo no necesariamente busco la típica definición de <<feliz>>. Yo busco sentirme "viva", o cual es un error grandísimo, porque vivo ataviada en una nube ineludible de pasión, sin más defensa que la poca cordura que poso y la imagen externa que me gusta dar de confianza absoluta. Soy una mujer que constantemente lucha contra sus instintos, o peor aún, contra lo que ella misma piensa o cree querer. Y es que hay cosas que yo me imagino imposibles y que en menos de una hora considero como posibilidades certeras. La segunda vez que lloré tan amargamente fue cuando me abandonó mi padre... Esa persona que yo consideraba sagrada no era más que una bastarda, y, posteriormente, aclarados mis sentimientos, alguien que ya no tiene importancia en mi vida. Y el día de hoy... ¡Oh, dios! Un hombre que yo creí amar con toda el alma... Y que, sin embargo, le he fallado de infinidad de formas... Con mis sentidos escasos, sólo puedo decir que extrañaré semejante calidez... espero pueda superarlo. Como siempre lo hago... Como siempre lo espero hacer. Porque prefiero ser libre... A atarme a las consecuencias de mi inmadurez. Felices por siempre... después de separarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario